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El mundo de la inteligencia artificial (IA) está en constante ebullición. Parece que cada semana surge una nueva herramienta o modelo que revoluciona el panorama. Runway, Kling, Luma en vídeo, Midjourney y Freepik en imagen (si pudiera entrevistar a la gente de Freepik la primera pregunta sería: «Midjourney ¿Se ha picao?»)… la lista sigue y sigue. Por no hablar de OpenAI y Anthropic, que constantemente mejoran sus modelos. En este entorno, uno se pregunta si es realista o justo llamarnos «expertos» en algo que cambia tan rápido.

Ser «experto» implica tener un dominio claro, pero ¿cómo puede alguien ser experto en IA cuando todo lo que aprendemos hoy puede quedar obsoleto mañana? A veces, me siento más como un aventurero, un explorador de lo desconocido que no quiere pegarse una buena leche, que un experto al que otros acuden por certezas. Además, certezas… Qué aburrimiento ¿no?.

La frenética carrera por innovar

La IA es una competición constante. Cada empresa busca lanzar la herramienta más avanzada, más intuitiva, más rápida. Es un escenario donde no hay descanso, no hay tregua. Apenas tienes tiempo de explorar las capacidades de una nueva plataforma cuando ya hay otra que promete ser más potente y versátil. Y ahí vamos de nuevo, a probar, experimentar y aprender a darnos de cabezazos con una nueva IA.

Es como si estuviéramos en una maratón tecnológica en la que, irónicamente, el objetivo no es llegar a una meta, sino mantenerse en movimiento. La innovación nunca se detiene, y como divulgadores, o intento de divulgadores, estamos constantemente adaptándonos para ofrecer información actualizada a nuestros lectores o audiencia. Y aquí surge una reflexión: ¿qué tan válido es que nos sigamos llamando «expertos»? Por suerte yo nunca me he considerado como tal.

De expertos a exploradores

¿No sería más adecuado vernos como exploradores de la IA? Al fin y al cabo, nuestro trabajo consiste en probar las nuevas herramientas, explorar sus límites y posibilidades. ¿Acaso un explorador sabe todo sobre un terreno antes de pisarlo? No, el explorador se sumerge en lo desconocido, prueba cosas nuevas, se enfrenta a sorpresas, y es eso lo que hacemos cada día con todas las nuevas herramientas que van surgiendo.

Ahora, reconozco que «explorador» me suena tan pedante como «experto», pero en este caso creo que es lo más adecuado. Mientras que el experto se espera que lo sepa todo, el explorador se permite la curiosidad, el error y el descubrimiento. El no saber hacia donde va, el obtener resultados bien raros, pero que luego pueden servir. En un ecosistema de IA donde la rapidez y la adaptabilidad son claves, ser explorador suena mucho mejor que ser un experto. Pero tampoco nos flipemos, que no somos Indiana Jones.

La importancia de experimentar y compartir

A medida que estas tecnologías avanzan, es fácil sentirnos abrumados, y tan normal, si es que no paran. Pero la clave está en no perder el espíritu de la curiosidad. Probar estas herramientas no es solo una forma de entenderlas mejor, sino también de transmitir a otros qué es lo que realmente pueden hacer, hasta dónde podemos llevarlas, y dónde están sus limitaciones. Y lo más importante: cómo nos afectan, como creativos, desarrolladores o comunicadores.

Cada prueba que hacemos, cada experimento que compartimos, ayuda a otros a ver el panorama más claro. No se trata de tener todas las respuestas, sino de formular las preguntas correctas.

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