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Hoy es la enésima vez que veo un tutorial sobre cómo automatizar la creación de contenido creativo con Make o Zapier. No sé si soy el único al que le pasa, pero empiezo a preguntarme: ¿de verdad este es el paradigma que queremos? ¿Vamos a dejar que las máquinas suelten contenido como si fueran palomitas en el microondas, sin siquiera revisar si están quemadas?

La IA nos ha dado herramientas asombrosas, pero parece que la promesa de crear más rápido nos está volviendo un poco vagos. Y como divulgadores, tenemos que admitirlo: si no vigilamos lo que hacemos, podríamos estar contribuyendo a llenar internet de «contenido basura». Como ese snack de dudoso sabor que pones en la mesa solo porque es fácil. El problema es que, con IA, este «snack» es infinito.

Automatización a la velocidad del spam

El otro día estaba mirando mi feed de Linkedin, y no podía evitar notar el aumento exponencial de contenido que parece salido de una fábrica de churros. Ya no sé cuantos «¡Hola Linkedin fam» leo al día, es imposible seguir la pista. Todo eso gracias a la magia de la IA. Pero la pregunta es: ¿de verdad necesitamos más contenido, o mejor contenido?

La gente habla constantemente de cómo automatizar la creación de posts de Instagram, videos de YouTube o newsletters con IA. Y claro, puedes lanzar 10 artículos en un día, pero si ninguno tiene algo que decir, ¿realmente estamos mejorando algo? Lo que estamos haciendo es aumentar el ruido, el spam digital, y saturar a quienes buscan contenido de valor. Al final, estamos construyendo una montaña de información vacía que nos va a enterrar a todos.

Creatividad sin frenos

Las herramientas de generación de imágenes con IA nos ofrecen posibilidades increíbles, es innegable. Puedes crear prácticamente cualquier cosa con solo describirla, pero el problema surge cuando esas mismas herramientas se utilizan sin criterio. Estoy ya un poco cansado de ver mil versiones de imágenes al estilo «Wes Anderson» o «Tim Burton», como si el simple hecho de imitar su estilo fuera el máximo logro creativo. Y lo peor es que no son precisamente los responsables de estas herramientas quienes hacen esos entrenamientos tan cuestionables. Esto se lo pude oír al brillantérrimo Ferran Brooks en las charlas que dimos en el centro cultural El Carmen en Valencia. Somos nosotros, los usuarios, los que usamos las IAs como si fueran un juguete sin pensar.

Lo preocupante es que este no es solo un tema de licencias o derechos de autor, es un tema de respeto. Hay personas que están incentivando la creación de imágenes o incluso deepfakes de sus parejas, amigos o familiares, sin ningún tipo de permiso ¿Serán conscientes de que al usar esas imágenes están entrenando a la IA con esas mismas imágenes?. Parece que la ética ha salido por la ventana cuando se trata de explotar la IA para obtener unos cuantos likes más en redes sociales. ¿Es esto lo que deberíamos estar promoviendo como divulgadores? Definitivamente, no.

La importancia de divulgar

Aquí es donde tenemos que poner el freno y pensar un poco. No todo lo que podemos automatizar debería automatizarse, sobre todo cuando hablamos de creatividad y divulgación. ¿De verdad queremos un futuro en el que todo el contenido sea generado por máquinas, sin el toque humano que lo hace único? Sería como vivir en una ciudad donde cada edificio es igual al de al lado. Práctico, sí. Inspirador… no tanto.

La IA puede ser una herramienta fantástica, pero no podemos dejarla suelta sin supervisión. Como divulgadores, tenemos una responsabilidad: la de asegurarnos de que lo que producimos tenga valor, que no sea solo otro ladrillo en este gigantesco muro de información sin sentido que estamos levantando. Porque si no ponemos cuidado, lo único que vamos a conseguir es abrumar más a quienes buscan contenido de calidad.

Así que, la próxima vez que pienses en automatizar ese post o vídeo, pregúntate: ¿estoy ayudando a mejorar el panorama digital o solo estoy añadiendo más ruido? Porque si lo que haces lo puede hacer una máquina sin pestañear, quizá sea el momento de volver a lo que realmente importa: el toque humano.

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